La mañana del 8 de diciembre de 1847 fue clara y soleada en Forest Hill, Arkansas. Al finalizar el día, la gente comenzó a debatir la causa de los sucesos ocurridos.
A media tarde de aquel día de principios de invierno, unas abundantes nubes grises se habían acumulado de manera misteriosa, tapando el Sol y oscureciendo el cielo. La nubes parecían encontrarse iluminadas por un "resplandor rojo como compuesto por numerosas antorchas", según relato de uno de los testigos. De repente, se produjo una horrísona explosión. Las viviendas se estremecieron y comenzó a doblar la campana de la iglesia. Luego, un objeto con forma de tonel con un rastro de llamas salió despedido del cielo.
La espantosa bola se estrelló en el suelo de Forest Hill, originando una hendidura que medía más de 60 cm de diámetro y 2,5 m de profundidad. En el fondo del agujero, humeaba una gran roca. En realidad, estaba tan caliente que el agua vertida en el agujero, instantáneamente se condensaba en forma de vapor. Los investigadores se percataron asimismo de que el aire acre a causa del olor a azufre.
Naturalmente, algunos expertos creyeron que aquella bola caída del cielo era un meteoro, aunque éstos no se sabe que vayan acompañados de una repentina formación nubosa. Según otros, un relámpago tormentoso produjo un rayo que alcanzó el suelo, fundiéndolo en un tipo de roca que se denomina fulgurita. Pero esta explicación no tiene en cuenta el proyectil que los testigos observaron caer del cielo.
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