Cuando Christine Harrinson visitó a sus padres en Barnsley, Inglaterra, se llevó consigo a su chihuahua, Percy. Mientras estaba allí Percy se escapó a la calle y fue atropellado por un coche y, según todas las apariencias, el perro resultó muerto. La familia metió al querido animal doméstico en una bolsa de papel y lo enterró en una tumba, de unos 60 cm. de hondo, en el patio.
Sin embargo, el perro de los padres de Christine, Mick no abandonó ni por un momento la tumba. De manera frenética, el terrier olisqueó y arañó el suelo, y comenzó a excavar un agujero. Finalmente, tras desenterrar el saco fúnebre, Mick lo metió en la casa donde comenzó a lamer al chihuahua. Al parecer, Percy esta inconsciente pero aún le latía débilmente el corazón.
La familia se apresuró a llevar al chihuahua al veterinario, el cual lo reanimó y llegó a la conclusión de que Percy se hallaba bajo los efectos de un shock y había sobrevivido bajo tierra con ayuda del aire atrapado en la bolsa de papel. Además, el masaje realizado por Mick con la lengua había estimulado la circulación del perrito.
Percy se recuperó por completo, y la Real sociedad para la Prevención de la Crueldad a los animales recompensó a Mick con una medalla por la salvación de un animal. De todos modos, lo que impresionó más a Christine respecto de aquel notable heroísmo animal, fue el hecho de que los perros siempre se habían odiado el uno al otro.
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