Cuando Jack Lynch emprendió el proyecto de reintroducción de la vida salvaje para salvar de la extinción al lobo de los bisontes americanos, no esperaba que sus pupilos, exhibiesen una desconocida habilidad psíquica. Sin embargo, los animales parecieron haber desarrollado unos intensos lazos con su salvador. E.H. McCleery, que había fundado el santuario. Lynch, que se hallaba muy familiarizado con la conducta del lobo se hizo cargo del trabajo como guarda cuando McCleery, que sufría de cáncer de colon, se puso demasiado enfermo para continuar atendiendo a sus queridos lobos.
La noche del 23 de mayo de 1962, Lynch quedó sorprendido al observar que los animales aullaban, al unísono.
-Cuando algo les perturba, aúllan durante unos veinte segundos -Explicó Lynch-. Pero aquella vez, lo estuvieron haciendo durante unos diez minutos.
Al día siguiente, Lynch se enteró de que McCleery había muerto en el momento exacto en que los lobos habían empezado a aullar.
-No tengo la menor explicación para esto -dijo Lynch-, especialmente dado que (McCleery) se encontraba en un hospital a más de 60 km. de distancia. Sólo sé lo que he visto y he oído.
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